¡Que difícil que es tomar una decisión que afecta a tu futuro profesional! Y con ello a tu familia.
Entre marzo y abril se acaba de planificar a groso modo lo que será la temporada siguiente. Es la hora de los fichajes, de nuevas incorporaciones, pero también de las salidas. Empezar a tener un boceto de lo que se espera para la próxima temporada y siempre mirando de reojo a la tabla de presupuestos del Excel que como no puede ser de otra manera está llena de numeritos en rojo para saber que puedes o no permitirte.
Y la planificación trae consigo los rumores. Es inevitable. Primeros contactos. Primeras filtraciones. Llamadas a representantes o conocidos para saber predisposición. Y estos protagonizan más filtraciones. La vida de los rumores que se extienden muy rápido, y más ahora con las redes sociales e Internet.
Este año no seré yo quien llame, quien busque jugadores, quien marque una línea deportiva… al menos de momento. Es el momento de valorar todas las opciones que hay, las que ya han llegado y las que parecen que llegarán. Aunque no parece que la decisión se vaya a tomar muy pronto, salvo sorpresa mayúscula… ¡Nunca se sabe!
Ahora mismo la sensación es la de sentirse como una mercancía en una subasta. Muchos pasan por delante y ni se paran a observar el producto, algún otro te echa una mirada de reojo pero sigue su camino, hay quien se para y analiza si es lo que buscan y por supuesto hay alguien que le gustaría cerrar el acuerdo ya. Mercadeo de lonja de pescado, pero así es la situación laboral del deporte.